Irlanda Vera disfruta visitar a las personas internadas en el área de niños, que llegaron desde muy pequeños a la Fundación AEI.

Irlanda Vera disfruta visitar a las personas internadas en el área de niños, que llegaron desde muy pequeños a la Fundación AEI.

El grito de las personas internadas en el área de niños le recuerda el ruido antes del inicio de clases que escuchaba en las aulas, cuando se desempeñaba como maestra hace doce años.

Desde que decidió ser profesora empezó su vocación de servicio, comentó Irlanda Vera, mientras paseaba en una silla de ruedas a Martita, quien sufre de hidrocefalia y llegó desde pequeña a la Fundación Ayuda para Enfermos Incurables (AEI), creada hace 26 años.

Vera ya no dicta clases, y el tiempo que dedica para servir al prójimo cambió de escenario. Pasó a las instalaciones de la Fundación, en las avenidas Roberto Gilbert y Democracia.

Allí se desempeña como voluntaria junto a otras 14 personas, desde hace diez años. Dar de comer a los pacientes, a los que llama niños, a pesar de que muchos sobrepasan los 20 años, es una de las labores que más disfruta. También ora por ellos y les enseña a pedir por su bienestar y agradecer a Dios por las cosas buenas.

Actualmente su espíritu viajero, como ella lo definió, la ha motivado a irse a otras ciudades en busca de partidas de nacimiento o datos para poder inscribir a pacientes que llegan a la Fundación y que no tienen familiares que se preocupen por ellos. La experiencia más reciente fue con una esmeraldeña. “Me fui con otra compañera a Esmeraldas por dos días. Saqué las constancias de que no estaba inscrita (la paciente) y las traje acá para inscribirla en el Registro Civil”, relató.

Para ella el voluntariado significa retribuir a la ciudad y a su gente lo maravilloso que ha recibido, pues aquí estudió la secundaria y se graduó como educadora y luego como psicóloga. “Yo me siento una guayaquileña más, aunque no soy de aquí”, manifestó.

Esta vocación de servicio también se refleja en Graciela Rolando, otra voluntaria que el pasado jueves dio de comer a uno de los pacientes en el área de varones. Esta actividad es parte de la rutina que tiene en la Fundación, donde también ayuda en la Tesorería, desde hace quince años.

La institución cuenta con tres salas más. Una de mujeres, otra de pacientes que llegan en estado crítico y un pensionado para adultos mayores y niños, cuyos familiares no tienen tiempo para atenderlos.

Para Rolando, el apoyo emocional que las voluntarias dan a la familia de los pacientes es fundamental.

“Ellos (los familiares) encuentran aquí una voz de aliento que los motiva a seguir luchando por la vida de sus seres queridos”, comentó.

Olga Mantilla, en cambio, señaló que el voluntariado le ha permitido palpar que el dolor y angustia de los pacientes en etapa terminal y sus familiares son tan grandes, que los problemas cotidianos que enfrenta el ser humano resultan “sumamente pequeños”.

Rosario Cortés, voluntaria y socia de la Fundación AEI, indicó que entre las actividades del voluntariado también está la organización de bingos (dos veces al año) y de mercado de pulgas (hasta cuatro), para obtener recursos que ayuden a financiar los gastos de la institución que, según su presidente, Hólger Salguero, es conocida entre los pacientes y familiares como la Antesala al Cielo.

Cobertura
En el 2011 la Fundación Ayuda para Enfermos Incurables atendió a 6.328 pacientes. La mayoría es derivada de la Sociedad de Lucha Contra el Cáncer, con la que tiene convenio.

Promedio
A diario la institución atiende un promedio de 22 pacientes por día. Algunos se quedan el tiempo que dure el tratamiento en Solca, otros no. En mayo de este año se registraron 460 personas, mientras que la cifra bajó en junio, mes en el que 322 enfermos recibieron asistencia en la Fundación.

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