Miércoles 8 de abril del 2009
Así andamos
Carlos Bustamante | Quito
Nos encontramos viviendo momentos difíciles. La prepotencia y el autoritarismo, la concentración total de poderes que niega la pluralidad democrática; la polarización y presencia de un solo partido que demuestra la construcción de una sociedad cerrada, donde se distorsiona la realidad democrática a través de una carga alienante de propaganda y cadenas semanales que desfiguran la realidad nacional de manera errónea, que plantean escenarios políticos y económicos de bonanza, ligado a un desconocimiento general de legislación, son los síntomas de la patología populista.
Nuevamente hemos sido engañados. El discurso populista se basa en la diferenciación de la sociedad que se enfrenta de manera antagónica en la lucha que maniquea entre el bien y el mal, la redención y el vasallaje que divide a la sociedad entre el pueblo virtuoso encarnado en el líder y sus candidatos, y los enemigos calificados como antipatria. La migración continúa inexorablemente, el costo de la vida cada día es más alto; se ha tomado el dinero de los jubilados, la dolarización por la mala práctica económica está por caer, claro está, luego de las elecciones; no existen fuentes de trabajo ni industria nacional, sin embargo, continuamos aislándonos en una falsa patria bolivariana; la concertación y el diálogo son una quimera; los procesos electorales son continuos, con un Consejo Electoral obsecuente, que no sanciona la propaganda electoral en sus insultantes cadenas semanales y más bien dicta normas que engañan a la ciudadanía para el próximo proceso electoral.
El país no aguanta más, la institucionalidad está en grave riesgo, la vigencia auténtica de ley, el respeto a los derechos humanos, al debido proceso han sido vulnerados. La imagen es de desorganización, autoritarismo y populismo. Los principales protagonistas de la política son los llamados a organizar a la sociedad, a fin de que el estado de derecho renazca y perdure donde la ley se encuentre sobre los gobernantes, y sea redactada para permitir una convivencia pacífica, mas no para proteger y perdurar una forma de gobierno ilimitado. La solución está en diálogo, en la reconciliación general y en gobernar a favor de todos.