| 1 de enero del 2010

Lo que no pudo resolver esa actitud del Presidente fue la recesión económica, que desde mediados de año golpeó aún con mayor fuerza. “No consigo empleo” se volvió el comentario más frecuente. Una de las ciudades más afectadas fue Guayaquil, que aun así continuó en la mira de decenas de miles de migrantes internos que en el transcurso del 2009 llegaron de diferentes provincias y extendieron los límites de la ciudad -mediante las tradicionales invasiones de tierras- muy hacia el noroeste. Por otro lado, la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE) retomó el control sobre el llamado FOL de Manta, por sus siglas en inglés, donde militares estadounidenses realizaban vuelos de control contra el narcotráfico. El uso de apenas el 5% de las instalaciones de la base aérea Eloy Alfaro se convirtió en una punta de lanza de las campañas electorales del 2002 y 2006. El gobierno de Rafael Correa no renovó el convenio de la base de Manta y en septiembre se completó el traspaso, un hecho que marca un distanciamiento con la política antidrogas de EE.UU., precisamente cuando el tráfico de alcaloides y la violencia entre carteles arreciaba en México, puerta de ingreso hacia el mercado estadounidense. El malestar escondido en la sociedad se hizo entonces más visible. A los maestros, que ya venían de protesta en protesta para evitar que se cumpla la propuesta oficial de evaluación y el consecuente despido para quienes no la aprueben les siguió un grupo de estudiantes universitarios y familiares de las víctimas de los delincuentes, que se animó a convocar un plantón al que se sumaron ciudadanos de toda condición. Ese experimento social se ha ido repitiendo luego en varias ciudades, configurando lo que parece ser una tendencia que seguirá. La salida de los soldados norteamericanos de la base militar de Manta ayudó a reanimar la imagen nacionalista que tanto rédito político le ha dado a la Revolución Ciudadana durante sus tres años en el poder, pero, por otro lado, Fabricio Correa continuaba con sus acusaciones. El movimiento indígena entró en escena por considerarse excluido del debate sobre la Ley de Aguas, convocando a un levantamiento que no llegó a cumplirse del todo porque el Gobierno prefirió primero aceptar el diálogo con la UNE y la Conaie. Este último, transmitido por la televisión a pedido de los indígenas, mostró a un Presidente en el difícil trance de escuchar términos y afirmaciones que a nadie más le ha permitido.