12 años de esclavitud

  • Título original: 12 years a slave
  • Año: 2013
  • Director: Steve McQueen
  • País: Reino Unido; Estados Unidos
  • Duración: 134 minutos
  • Genero: , ,
  • Reparto: Chiwetel Ejiofor, Michael Fassbender, Lupita Nyong'o, Brad Pitt, Benedict Cumberbatch, Paul Dano, Paul Giamatti, Sarah Paulson, Alfre Woodard.
Crítica
12 años de esclavitud

Una poderosa poesía a la esperanza

Por Fernando Astudillo

Esta película tiene 9 nominaciones

“¿Pecado? No hay ningún pecado. El hombre hace lo que le plazca con su propiedad”. El amo, con el látigo en la mano, sustenta así, desde la visión pragmática de las posesiones, la paliza que deja en carne viva la espalda de su esclava, atada a una estaca.

12 años de esclavitud (12 Years a Slave) es un viaje al infierno de la angustia. Una travesía que mantiene el mismo ritmo trepidante de la vida de Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor), un violinista negro nacido libre en la época en que Estados Unidos vivía el poderoso conflicto entre los estados esclavistas y los abolicionistas.

Es 1841 y Solomon vive cómodamente en Saratoga, en el estado de Nueva York libre de la esclavitud, con su esposa y dos pequeños hijos. Con su violín ameniza fiestas y eventos, lo que le ha dado cierto prestigio en una sociedad compleja, que política y socialmente germina en todas sus esferas lo que dos décadas después se convertiría en una Guerra Civil.

Tentado por dos supuestos empresarios del espectáculo que le ofrecen un contrato para tocar el violín, Solomon viaja a Washington, donde es drogado, secuestrado y con cadenas empieza a recibir a golpes su nueva realidad, la de ser trasladado como mercancía de contrabando hacia el sur, a Nueva Orleans, Louisiana, donde la mano de obra que genera la riqueza de los terratenientes y el creciente poderío económico de los Estados Unidos por la venta de algodón es negra. Y esclava.

El viaje con Solomon, el trayecto de la angustia a la que nos lleva el director británico Steve McQueen, también es una mirada a la dignidad posible, aún en las circunstancias de bajar la mirada y negar su capacidad de leer y escribir, de un hombre desterrado, humillado, separado de su familia. Un hombre al que sus mercaderes también decidieron cambiarle de nombre. Ahora se llama Platt, y no hay grito que cambie aquello sin un golpe de madera o de látigo.

La cámara lo busca. Busca los ojos del esclavo Platt. Pero en realidad aparecen los del hombre libre Solomon. Steve McQueen quiere que en las profundidades de los ojos de Northup compartamos la profundidad de su tragedia.

La sangre salpica en la espalda de la escuálida Patsey (Lupita Nyong’o). No es morbo fácil lo que esta película proyecta. Es una realidad brutal como el látigo que marca la piel y que McQueen lo restriega sin el recurso corriente de la condolencia. Lo hace para que jamás olvidemos.

Los gritos, el “nigger, nigger, nigger”, persiguen por toda la película llena de una fotografía fantástica que recorre las plantaciones de algodón, las de caña de azúcar, los senderos campestres o las casas blancas de ensueño con sus gigantescos porches y decenas de sirvientes.

McQueen (Hunger, Shame), que hace poco ha sido elegido como una de las figuras públicas británicas más influyentes, busca entregarnos las paradojas de una sociedad sureña de los Estados Unidos para la que es cotidiano colgar a un esclavo o azotarlo, y al mismo tiempo, con la misma mano que se agarra el látigo, sostener una Biblia y evangelizar a un grupo de esclavos con una lectura en la que se cita a Lucas (12:47) para justificar esos azotes.

La tragedia de Solomon -cuya historia publicada en un libro luego de sus 12 años de horror sirvió como base para el guión- tiene un personaje cumbre por su trastorno. Edwin Epps
(Michael Fassbender), su último amo, es un esclavista brutal, psicológicamente inestable, que disfruta sus ataques de ira tanto como fastidiar a su esposa con sus preferencias sexuales por una de sus esclavas. Fassbender (Inglorius Bastards) logra que la mirada de odio de su personaje domine la escena. Consigue que se desee huir de él, tanto como Solomon quiere hacerlo.

Bass (Brad Pitt), un nómada de la construcción con visión abolicionista, se cruza en la vida de Solomon y de Epps. Su breve paso sellará la suerte de Platt y lo devolverá a la vida como Solomon Northup. Esa travesía por la angustia, por la desesperación y la desesperanza, tiene, cuando ya todo parece perdido, su espacio para correr a la luz.

Steve McQueen y, sin lugar a dudas, Chiwetel Ejiofor, con esta película nominada para nueve premios Óscar este 2014, nos entregan eso: luz en medio de tanta oscuridad. Una poesía de la esperanza.